Una aventura posible

Tuesday, October 10, 2006

Bienvenidos

Me da mucho gusto contar con ustedes para iniciar esta nueva aventura. No es poco, creo, tener un espacio para crear, comentar, debatir, discutir. Como ven, la curiosidad también nos convoca a nosotros: los adultos, los que -mal se supone- tenemos todo resuelto. Eso sí, cuando la curiosidad y el deseo de conocer ocupan nuestro espacio, producen una fuerza contagiosa que se las trae. Por lo tanto... ¡¡¡¡Bienvenidos a bordo!!!! Y como siempre, o como casi siempre, el barco se navega entre todos.

Claudire

Monday, October 09, 2006

Entrevista con Guillermo


Siglo XXI, del cambalache a la hibridez

Con un look más campestre que tanguero, Guillermo cabecea un tango en la puerta de su boliche de antigüedades. El anuncio de la última pelea de Bonavena en el Luna Park se contagia con los colores de las banderitas latinoamericanas que anticipan las simpatías del dueño del comercio. Hace veinticuatro años que yira por los locales del Abasto, hace veinticuatro años apostó por este ya nada extraño rubro de la compraventa.



¿Naciste en el Abasto?
No, yo soy de Lugano. Me vine a estos pagos por mi amor al tango. Un amor que me nació de purrete, o mejor dicho, me lo inculcó mi viejo, en casa se escuchaba o se silbaba tango todo el día. Ya de jovencito me ponía el lengue, un pañuelito blanco de seda que de algún modo nos señalizaba como “del palo” y me iba a la milonga. Allá en Lugano éramos muchos los tangueros. Me acuerdo que una vez en un boliche, un bar de mala muerte, lo invitaron a Edmundo Rivero y el maestro no dudó, se fue al rioba y cantó como los dioses… ¿cómo no amar el tango con tipos como él?
¿Y cuáles fueron tus primeros trabajos?
Siempre la compraventa. Primero con mi viejo, luego solo, hasta que di con este lugar, al que en un comienzo venía solo a escuchar o a bailar tango.
¿Qué encontraste en el Abasto cuando empezaste con tu actividad comercial?
Todavía funcionaba el mercado, puro grito durante las mañanas. Yo no estaba acá, mi boliche estaba del otro lado de la avenida, pero los gritos, el ruido de los camiones sobre Corrientes y el olor a fruta pasada se sabían abrir el paso como para que no olvidara en donde estaba. Y a veces se extraña todo ese movimiento.
“El shopping no trajo prosperidad al barrio, sólo benefició el comercio dentro del edificio”
¿Quiénes habitaban entonces el barrio?
Eran laburantes, gente del interior, sobre todo los changarines. Todos los locales alrededor del mercado eran enormes, abajo estaba la mercadería y la oficina y arriba las piezas que se alquilaban a los muchachos que venían de afuera. Sobre Agüero todavía hay un par de galpones donde se pueden apreciar las características de aquella época. Aunque nada quedó igual. Desde el cierre del mercado este barrio es una tristeza.
¿No trajo vida la apertura del Shopping?
Sí, pero hacia dentro del shopping, para el barrio fue peor. El cambio no resultó tan positivo como lo anunciaban.
¿En qué sentido?, ¿cuáles eran las expectativas?
La mejora del barrio, más limpieza, más orden… y catorce años estuvo esto abandonado… Se convirtió en una zona peligrosa. Llegó una oleada de uruguayos y luego fueron los peruanos. Tal vez gente buena, pero sin perspectivas acá ¿qué tenían para hacer si casi no hay trabajo? Muchos comenzaron a yirar por bares, algunos con más suerte a hacer changuitas, otros a mendigar o los jóvenes a tomar en las esquinas hasta que la policía los cansó de tanto decirles “acá no, acá no” y se fueron quedando adentro o yéndose, no sé, pero casi no se los ve hoy. Hay algunas familias ocupando lo que antes eran pensiones para los changarines y luego del cierre del mercado quedaron casi deshabitadas. Por otra parte, cuando todo desapareció, algunos dueños de casa abandonaron sus inmuebles porque se desvalorizaron notablemente y hoy que la cosa está queriendo, al menos en cuanto al mercado inmobiliario, apuestan al desalojo… pero todo lleva tiempo. Pero la cuestión es que el cierre del mercado implico un olvido del barrio y la apertura del shopping no trajo prosperidad al barrio, sólo benefició el comercio dentro del edificio.
¿Pero el hecho de contar con el shopping no atrae al turismo?, ¿no mejoran las ventas?
Las del shopping, las nuestras no. Los turistas europeos o norteamericanos, llegan pero en general con guías o muy aleccionados desde su país. Como el lugar sigue catalogado como peligroso, se cuidan bien de pasear solitos por la zona, entran al shopping, compran, salen y quizá entran directamente a uno de estos nuevos restaurantes tangueros… lo que es a nuestros boliches ni se asoman. Nuestro público es más el turista del interior o el latinoamericano, público muy agradable pero con poco dinero.
¿Qué suelen comprar?
Les gustan mucho los discos de pasta, yo los vendo baratos, a cinco pesos, y se van contentos. También suelen llevar carteles antiguos como el que está pegado en la vidriera. Gastan poco sin embargo da gusto atenderlos no como los otros que vienen forrados en euros y en dólares y lo único que les importa es pedir rebaja… creen que pueden comprar algo que en su país pagarían cien euros a cinco pesos.
¿Crees que puede cambiar la situación?
Mientras siga esta política económica propiciando la marginalidad, no creo que nada cambie… los turistas seguirán protegiéndose de la inseguridad, visitarán sólo lo que aparezca en la güía turística y nosotros, los comerciantes de abajo, seguiremos tan abajo como ahora.

El Abasto

A veintidos años del cierre del mercado del Abasto

¿De la cultura del trabajo a la cultura del shopping?

Tomates podridos, por las calles del Abasto,podridos por el sol, que quiebra
el asfalto del Abasto. Hombre sentado ahí, con su botella de «Resero»
los bares tristes vacíos ya, por la clausura del Abasto
Luca Prodan, Sumo.


“Bajáme cuatro de banana y tres de perita para el caballero”. “Pará, no me apuré’ que estoy con los vacíos”. Diálogo más que cotidiano allá por los cincuenta cuando nadie pensaba en el futuro cierre del mercado. Sin embargo ese día llegó: frutas, verduras, changarines y puesteros trasladaron sus pertenencias al Mercado Central.
La mañana del 14 de Octubre de 1984, entre gritos, llantos y expectativas de todo tipo, comenzó la procesión. Claro que no fue lo mismo para los changarines que para los dueños de los puestos. “¿Dónde voy a vivir yo ahora?, ¿dónde queda Villa Celina?” Las pensiones dieron espacio al abandono, las múltiples piezas de alquiler que ocupaban la planta alta de los galpones El Mercado de Abasto en su esplendor
de compraventa de frutas y verduras quedaron, al menos en los primeros tiempos, sólo transitadas por fantasmas y telarañas. Ese día se cerraba una larga etapa comenzada más de 50 años atrás.
Fue a fines del siglo XIX, cuando se inició la construcción del primer mercado con la dirección del arquitecto Vasena, el edificio fue habilitado el 1º de Abril de 1893. Sin embargo, recién en 1934, cuando el Ingeniero Delpini reinaugura el mercado con la fachada que conocemos hoy, se inicia su etapa de esplendor. Se lo consideró, desde entonces, uno de los monumentos edilicios más destacados de la Ciudad, y el Mercado Proveedor más importante de Sudamérica.
Los diez años que siguieron al cierre marcaron un paréntesis en la vida de los lugareños, nada volvería a ser como antes. El 20 de noviembre de 1994 el diario Clarín presentaba una nota titulada: “Abasto: Bronx porteño”, y a modo de resumen completó con “Drogas, prostitución, sida, marginalidad, delincuencia”. Más allá de la dramática mirada del matutino, el paisaje del barrio estuvo atravesado por la soledad y el abandono. Si bien en los meses que siguieron al cierre, los galpones y las pensiones quedaron prácticamente vacíos, al poco tiempo la profundización de la crisis económica, tanto en Argentina como en los países hermanos, hizo que gente del interior e inmigrantes bolivianos, peruanos y uruguayos, ocuparan con sus familias esos terruños desolados y comenzaran a vivir de changas, en el mejor de los casos, o de la mendicidad e incluso –haciendo eco del melodramático título de Clarín- del robo. Es cierto que compartieron el lugar con aquellos changarines que, sumidos en la pobreza, tuvieron que quedarse en el barrio y cada día –aún hoy- llevan a cabo la larga travesía hacia el nuevo mercado. Esta convivencia, según sus protagonistas no fue, ni es, la mejor: “…cada vez hay más negritos acá, no se puede creer... Viene cada uno últimamente... esto ya no es un hotel, antes era un hotel como la gente, decente, limpito, ordenado, y nadie podía decir ‘no tengo para pagar’”.
Varios fueron los intentos desde entonces por cambiar esa situación, se elaboraron diferentes proyectos para definir el destino del viejo mercado y, por ende, del barrio: la cooperativa el Hogar Obrero inició su remodelación con el fin de instalar un centro cultural pero su quiebre impidió que el proyecto prosperara. Recién en el año 1996, la empresa IRSA se hizo cargo del antiguo edificio para devolverle la vida. El proyecto se basó en la construcción de un centro comercial, que fue inaugurado en el año 1999, con el nombre de “Abasto Shopping”.
Hoy podemos observar la extraña hibridez del “nuevo” barrio: en su centro, imponente, lujoso, el Shopping, atrás, pegadito un gran Coto y hacia los costados retazos de historia deshilachada: un par de locales de compraventa que intentan atrapar casi con ingenuidad la codicia por lo viejo y barato de los turistas, varias casas que aún siguen tomadas cuya fachada comienza a remodelarse también para solaz de los visitantes, bares que han quedado perdidos en décadas anteriores con comensales de aquel entonces y un galpón, uno sólo, que aún mantiene la bandera del mercado vendiendo frutas y verduras a los comerciantes de la zona. Complementando el desparpajo del Shopping, unos cuantos comercios arribistas proponen desde enseñar tango hasta beber, comer y bailar en el mismo sitio donde lo hizo Gardel, quien quizá volvería a morir si descubriera en qué se ha convertido su viejo barrio de Abasto.