Tuesday, January 30, 2007

Contraste

Yo sabía algo de La Boca: había dos bellas cuadras a las que llamaban “Caminito”, era allí donde el Tango salía a las calles y les mostraban a los demás cómo se podía bailar uno de los buenos en la vereda. Además, allí estaba situada una de las canchas más importante del país, la tan nombrada “Bombonera” donde miles de personas van domingo por medio a alentar al club de sus amores: Boca Juniors.
Eso es lo que yo sabía.
Pero como suele pasar muchas veces, ignoraba otra parte bastante importante del barrio.
Cuando fui a visitarlo, a recorrerlo, caí en la cuenta que varias cosas no sabía.
Parecía algo increíble, pero había dos realidades totalmente distintas en un mismo lugar. Con una diferencia de tan solo tres cuadras se podía apreciar como la miseria sigue acogotando a varios mientras algunos otros salen a demostrar una belleza con paredes de colores y estatuas de Gardel o Evita.
Me dio impresión ver tan repentino cambio. No me lo esperaba.
A dos cuadras de una prestigiosa “Pulpería”, un extraño negocio: “Pulgas y Cucarachas” allí se venden antigüedades, cosas usadas o viejas. Entré, sin pensarlo, lo atendían dos personas, un hombre y una mujer, tomaban unos mates en una pava de metal abollada y usaban de mate, un vasito. Pregunté algunas cosas para empezar a entrar en confianza. Una de ellas fue de donde habían sacado las cosas. Así fue que el hombre se paró y me empezó a señalar distintos objetos explicándome sus orígenes. Casi todo lo que había era de la gente que se iba deshaciendo de lo que no le era más útil. Algunos objetos eran heredados, pero se ponían a la venta, quizás, por carecer de un sentimiento real y otras tantas eran cosas se vendían por una gran necesidad de dinero.
Había un alhajero con una flor violeta dibujada “qué lindo esto… ¿de dónde lo sacó?” le pregunté agarrándolo. “Era de mi mamá” escuché con una voz triste “está reservado, me lo va a comprar una alemana que vino ayer”. No quise preguntar más. Me había bastado con eso.
Después, de una forma un tanto rara terminé entrando al lugar donde vivían estas dos personas: un conventillo que se caía a pedazos, muchas habitaciones-casas con cortinas en vez de puertas y charcos en la entrada que parecían bastante profundos desde mi vista.
No entendía bien, ¿cómo podía ser que a tan solo dos cuadras de ese lugar había bares donde sus barras tenían detalles de plata, copas de cristal y hasta vinos de $145?
Le agradecí al hombre y seguí mi rumbo. Recorrí un poco más ese barrio precario, rodeado de pizzerías, más conventillos y mercados de frutas y verduras.
Más allá me crucé con compañeros que estaban en una pizzería en la misma calle de “Pulgas y cucarachas”. Entré en un lugar chiquito, donde había fotos de Maradona, Gardel y un teléfono de 1940. Ahí había un trato mucho más vulgar, mucho más amable y con un tuteo casi irrespetuoso. Ese lugar era bien de barrio, alteraba totalmente al paisaje de Caminito.
Salí de ahí y me adentré aun más. Pasé por la Bombonera, y su alrededor sí congeniaba con Ella. Era un mundo Azul y Amarillo, donde hasta los puestos de choripanes insistían en demostrar su pasión por el club Xeneize.
Al volver fui viendo como se iban transformando los negocios a medida que iba llegando a Caminito. Crucé esas dos cuadras que tan famosas son en Argentina, observando con atención. Pintaban una realidad que no era acorde a la del alma de La Boca. Estaba todo vestido para todo aquel que quería hacer un tour totalmente comercializado. Para los de afuera. Para los turistas.
Es así como fui despidiéndome del barrio. Ahora tenía una visión totalmente distinta a la anterior. Fui hasta la parada del 152 y mientras lo esperaba miraba el Riachuelo que tenía a mi lado. Estaba algo perdida, decepcionada, abombada. Llegó el colectivo y me subí por inercia. El olor del Riachuelo se fue yendo de a poco y yo dejaba atrás Caminito.
“Caminito amigo, yo también me voy…”
Belén Sabaté

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