Una aventura posible

Monday, May 28, 2007

Un cuento de miedo


El blanco escalofriante

Se despertó asustada, con el corazón palpitándole aceleradamente, quiso gritar, llamar a alguien que la ayude, y el miedo le cerró la garganta.
Estaba tan aterrada que no podía moverse.
Pensó que él ya no volvería…pero ahí estaba, otra vez, tan presente como la primera vez.
Escuchaba desde la cama su ronco e inconfundible ruido sonando desde lo más profundo del silencio. Podía imaginar sus movimientos, se sacudía como si tuviese un acceso de tos imparable.
De solo escucharlo un intenso escalofrío recorrió su pequeño cuerpecito.
Fue más fuerte que ella, tampoco resistía quedándose quieta. Y, como si fuese tomada por una mano invisible que la empujara se levantó y fue corriendo hacia la cocina.
Fue entonces que lo vio, cada vez estaba más fuerte, y se movía convulsivamente, vestido de blanco de pies a cabeza.
Escuchó en medio de tan espeluznante escena la voz de su madre, quien mientras la tomaba de sus brazos le decía:
-Milena, no te asustes, es solo un lavarropas, no puede hacerte daño-
La cosa blanca y fría seguía imperturbable…pero… mirándolo desde arriba en los brazos de su madre le pareció más inofensivo.


Milena Moyano

Sunday, May 20, 2007

Como si estuvieras jugando


Luego de leer el cuento "Como si estuvieras jugando" de J.J.Hernández, los chicos de segundo año de la escuela de Jardinería Cristóbal Hicken, lo renarraron desde alguno de los personajes, en este caso desde uno de los mellizos:



Todavía me acuerdo de esa tarde.
Mi hermano y yo llegamos corriendo a la casa y nos detuvimos en la puerta.
Sentada en la mesa, conversaba con mi abuela, mi mamá. Sí, la señora que unos años atrás prácticamente nos abandonó.
Nos quedamos mirándola y mi abuela nos obligó a saludarla. En sus brazos tenía una beba, flaquita flaquita era, nuestra hermana, la iba a abandonar como a nosotros.
Eso pasó unos seis años atrás, ahora la beba ya es toda una nena, bastante tonta, pero la queremos mucho.
Muchas veces nos hace reír y muchas otras nos encanta molestarla.
Mi familia y yo somos muy humildes, dormimos todos juntos y casi ni nos alcanza para comer y con esta sequía tenemos que ir a buscar el agua a la estación.
Mi hermano y yo sabemos leer y escribir un montón de palabras, también sabemos sumar y restar, y casi multiplicar. Porque nosotros íbamos al colegio, que quedaba lejísimos, íbamos a caballo, pero el maestro se jubiló y ya no tuvimos más clases porque nadie quería ser profesor.
Vivir como nosotros no es nada fácil, nunca sabés si vas a comer o no, usás la misma ropa cuatro días seguidos más o menos, y la tenés que lavar con muy poca agua. No sabés si vas a pasar mucho frío o mucho calor.
También tenemos que ir a trabajar a la estación, vendemos o pedimos. Generalmente nos ignoran y miran para otro lado, se hacen los dormidos o los distraídos, como si no existiéramos. Otros nos miran con asco como si fuéramos bichos, y una cifra menor, se digna a comprarnos algo.
El otro día la llevamos a la Inés por primera vez, estaba muy nerviosa la chiquitita. Tenía que actuar haciéndose la ciega, nosotros íbamos atrás de ella agarrándola, y ella estiraba su manito para que la gente ponga monedas, recolectamos casi $5, nos alcanzó para los fideos de esa noche.
Todos los días vamos allí, ojalá alguna vez tengamos suficiente plata como para vivir sin tener que pedir, ni trabajar.


Lucía Algieri

Javier viene de lejos

Javier, uno de los chicos de la Escuela de Jardinería, acaba de llegar desde Tucumán y nos cuenta su experiencia:


Hace poco tiempo que llegué a Buenos Aires: acá hay muchos edificios, plazas donde muchos chicos van a jugar y también muchas escuelas. En el lugar desde donde yo vengo, Tucumán, también hay edificios pero menos, hay pocas escuelas y son de pocos recursos. Muchos maestros enseñan poco, no se compara con las clases que tiene la escuela a la que asisto ahora. Cada día me levanto temprano para ir a clases. Tengo compañeros muy buenos. La escuela está rodeada por parques muy limpios. La gente coloca los papeles en el basureros, llevan a sus perros a pasear y muchos levantan sus desechos con bolsas. Volviendo a la escuela donde yo voy, allí estudio las distintas especies de árboles y frutos y clasificamos para aprender sobre ellos: aquí hay mucho para observar. Con mi hermano vamos al ciber y él escribe lo que narro.La profesora nos trae cartas de chicos de Río Potrero (Aconquija, Catamarca) y nosotros les contestamos, ella las lleva y nos cuenta que van a una escuela hogar a caballo y se quedan allí a dormir.La profe nos lee cuentos fantásticos y da trabajos prácticos.




Javier Solís