Monday, October 09, 2006

El Abasto

A veintidos años del cierre del mercado del Abasto

¿De la cultura del trabajo a la cultura del shopping?

Tomates podridos, por las calles del Abasto,podridos por el sol, que quiebra
el asfalto del Abasto. Hombre sentado ahí, con su botella de «Resero»
los bares tristes vacíos ya, por la clausura del Abasto
Luca Prodan, Sumo.


“Bajáme cuatro de banana y tres de perita para el caballero”. “Pará, no me apuré’ que estoy con los vacíos”. Diálogo más que cotidiano allá por los cincuenta cuando nadie pensaba en el futuro cierre del mercado. Sin embargo ese día llegó: frutas, verduras, changarines y puesteros trasladaron sus pertenencias al Mercado Central.
La mañana del 14 de Octubre de 1984, entre gritos, llantos y expectativas de todo tipo, comenzó la procesión. Claro que no fue lo mismo para los changarines que para los dueños de los puestos. “¿Dónde voy a vivir yo ahora?, ¿dónde queda Villa Celina?” Las pensiones dieron espacio al abandono, las múltiples piezas de alquiler que ocupaban la planta alta de los galpones El Mercado de Abasto en su esplendor
de compraventa de frutas y verduras quedaron, al menos en los primeros tiempos, sólo transitadas por fantasmas y telarañas. Ese día se cerraba una larga etapa comenzada más de 50 años atrás.
Fue a fines del siglo XIX, cuando se inició la construcción del primer mercado con la dirección del arquitecto Vasena, el edificio fue habilitado el 1º de Abril de 1893. Sin embargo, recién en 1934, cuando el Ingeniero Delpini reinaugura el mercado con la fachada que conocemos hoy, se inicia su etapa de esplendor. Se lo consideró, desde entonces, uno de los monumentos edilicios más destacados de la Ciudad, y el Mercado Proveedor más importante de Sudamérica.
Los diez años que siguieron al cierre marcaron un paréntesis en la vida de los lugareños, nada volvería a ser como antes. El 20 de noviembre de 1994 el diario Clarín presentaba una nota titulada: “Abasto: Bronx porteño”, y a modo de resumen completó con “Drogas, prostitución, sida, marginalidad, delincuencia”. Más allá de la dramática mirada del matutino, el paisaje del barrio estuvo atravesado por la soledad y el abandono. Si bien en los meses que siguieron al cierre, los galpones y las pensiones quedaron prácticamente vacíos, al poco tiempo la profundización de la crisis económica, tanto en Argentina como en los países hermanos, hizo que gente del interior e inmigrantes bolivianos, peruanos y uruguayos, ocuparan con sus familias esos terruños desolados y comenzaran a vivir de changas, en el mejor de los casos, o de la mendicidad e incluso –haciendo eco del melodramático título de Clarín- del robo. Es cierto que compartieron el lugar con aquellos changarines que, sumidos en la pobreza, tuvieron que quedarse en el barrio y cada día –aún hoy- llevan a cabo la larga travesía hacia el nuevo mercado. Esta convivencia, según sus protagonistas no fue, ni es, la mejor: “…cada vez hay más negritos acá, no se puede creer... Viene cada uno últimamente... esto ya no es un hotel, antes era un hotel como la gente, decente, limpito, ordenado, y nadie podía decir ‘no tengo para pagar’”.
Varios fueron los intentos desde entonces por cambiar esa situación, se elaboraron diferentes proyectos para definir el destino del viejo mercado y, por ende, del barrio: la cooperativa el Hogar Obrero inició su remodelación con el fin de instalar un centro cultural pero su quiebre impidió que el proyecto prosperara. Recién en el año 1996, la empresa IRSA se hizo cargo del antiguo edificio para devolverle la vida. El proyecto se basó en la construcción de un centro comercial, que fue inaugurado en el año 1999, con el nombre de “Abasto Shopping”.
Hoy podemos observar la extraña hibridez del “nuevo” barrio: en su centro, imponente, lujoso, el Shopping, atrás, pegadito un gran Coto y hacia los costados retazos de historia deshilachada: un par de locales de compraventa que intentan atrapar casi con ingenuidad la codicia por lo viejo y barato de los turistas, varias casas que aún siguen tomadas cuya fachada comienza a remodelarse también para solaz de los visitantes, bares que han quedado perdidos en décadas anteriores con comensales de aquel entonces y un galpón, uno sólo, que aún mantiene la bandera del mercado vendiendo frutas y verduras a los comerciantes de la zona. Complementando el desparpajo del Shopping, unos cuantos comercios arribistas proponen desde enseñar tango hasta beber, comer y bailar en el mismo sitio donde lo hizo Gardel, quien quizá volvería a morir si descubriera en qué se ha convertido su viejo barrio de Abasto.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

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6:43 PM  

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